Capítulo 4.
El fin, es un inicio; sé feliz.
Parte 2.
Parte 2.
Yunho
se encontraba solo en su departamento, él le pidió a su médico lo dejara irse a
su casa, si de igual forma le quedaba poco tiempo de vida; quería terminar de
vivir los días en su “hogar”. Estaba
solo, optó por no le decirle a nadie que había dejado el hospital y sólo se
quedó allí, recordando las odiosas palabras de Changmin cuando éste regresó a
su habitación después de perseguir al padre adoptivo de Minho.
Observó
toda su casa y se acercó al grandísimo ventanal de su penthouse, miró a través
de él las luces que se levantaban libremente sobre la ciudad, dejando a la
vista de todos su esplendor, como si ellas tuvieran vida… la vida que él ya no
tenía.
Tenía
en sus manos una fina y costosa copa de colección, que había agarrado de camino
al ventanal, con el más caro y refinado vino, qué agridulce. Se llenó de ira,
apretó los dientes y en la total obscuridad de su sala de estar, rompió con su
mano la copa, derramando su contenido sobre su mano y su traje, ahora su mano
estaba llena de sangre. Aventó los vidrios restantes al suelo en señal de
frustración, alcanzó la botella de vino que estaba en la mesa junto a él y tomó
de ella tanto como quiso, luego con furia la hizo estallar contra el piso,
pateó con descontrol la mesilla, hermosa y elegante; que quedo sin forma no muy
lejos de él.
–¡¡ARGH!!–
gritó exasperado.
Con
sus manos iba tomando las cosas que se encontraba a su paso, las lanzaba lejos
o cerca, no importaba la distancia; sólo
destruir todo le interesaba. Pateó los muebles, lanzó los delicados cojines que
hacían juego con sus muebles, otras mesitas, cuadros importados; jarrones
especiales, adornos inigualables, las hacía perder su figura original, y les
daba una forma muy parecida a su vida actual, completamente arruinada.
Desastre. Se acercó a su bar, lanzó todas las botellas al tumbar el estante y
así estuvo unos segundos más por todo su apartamento, rompiendo todo lo que
obtuvo avaramente, se lanzó con lágrimas producidas por sus sentimientos de
ira, malditos sentimientos que estaban torturándolo; la culpa estaba matándolo
más rápido que el sida, se lanzó frustrado al sofá y él mismo se golpeó en la
frente en un acto impulsivo sin control, continuó recordando lo último que
Changmin le había dicho en la habitación esa tarde, descargando toda su frustración
en él, en Yunho, que simplemente no pudo hacer nada para detenerlo, ahora no
podía detener nada de lo que ocurría. Ya simplemente no había opción, ni
tiempo, ni oportunidad. Comenzó a recordar cuanto pudo, aquellos hechos que
marcaron su vida.
–Jung
Yunho-ssi– su médico tratante lo llamó entrando a su oficina con los resultados
de los exámenes que hacía dos días el paciente se había hecho para ver el
estado de su salud, Yunho lo miró a todo oídos, temiendo lo peor al juzgar por
el rostro serio y un poco sombrío que traía –Seré honesto y directo, somos
hombres adultos y profesio…–
–Vaya
directo al grano, Choi Siwon-ssi– dijo en seco. El doctor suspiro
profundamente, cuando él decidió ser médico, no esperó, ni deseó ésta parte del
trato ¿pero qué pasa?, sabía de todos modos que en cualquier momento de su vida
habría de dar esas noticias.
–Le
quedan de dos a tres meses de vida– posando su mano en el hombro de Jung, quien
apretó los dientes con fuerza.
–Gracias–
dijo sin más, levantándose de la silla y partiendo.
Apretó sus puños al recordar eso. “¡Maldita sea!” Pensó. Comenzó a llenarse de más frustración si era
posible, este recuerdo, sólo le llevó a recordar como supo que torpemente
contrajo sida, ¡Maldito idiota!, se
reclamó, solo por no resistirse, ¿Era acaso ninfómano? No lo era, ¿entonces por
qué mierda no se contuvo? Siempre se preguntó eso. ¿Por qué no se contuvo?
Maldición.
El viaje de negocios había
resultado de maravilla, todos los trámites y papeles estaban firmados para la
pronta construcción del nuevo edificio del banco, y sólo quedaba esperar la
cercana apertura del mismo, por el cual tanto tiempo habían estado trabajando
minuciosamente para evitar el más mínimo error y malentendido.
Yunho se levantó de la cama, miró
el cuerpo femenino junto a él y entró al baño, tuvo una noche maravillosa,
llena de sexo sin igual y pasional, cuando regresara a casa, intentaría unos
nuevos trucos con Changmin, definitivamente lo haría. Se lavó la cara, y
mirándose al espejo sonrió libidinosamente con tan sólo su último pensamiento,
el solo imaginar a su pequeño así, le subía el calor en el cuerpo; entró a la
ducha y se dio el baño más refrescante de todos, para ir al encuentro con sus
“amigos”. Cuando terminó, se alistó y se perfumó, dejando toda la habitación
llena de su inconfundible y varonil olor, cuando esa mujer hermosa despertara,
jamás olvidaría a ese hombre, que probablemente le haya regalado la mejor
aventura de su vida, le dejó dinero para
que comprara lo que deseara junto a una nota.
Miró la hora mientras iba de camino
al restaurante del hotel, vio a algunos de sus colegas y se sentó junto a
ellos. Disfrutaría un poco más antes de irse ese día por la tarde. Su comida
llegó y entre risas y chistes, uno de los accionistas, Shindong preguntó para
asegurarse de que no estaban bromeando.
–¿Sungmin,
de verdad Donghae tiene sida?– Yunho alzó la vista de su comida y volteó a
mirar a Shindong, quien miraba a Sungmin bastante serio, luego giró su rostro
para ver a quien debía responder.
–Sí,
Shindong. Él mismo me lo ha dicho– a Yunho se le revolvió la comida en su
estómago.
–¿Estás
seguro, que no es una broma de parte de él?– preguntó Yunho bastante
interesado. Donghae siempre había sido muy bromista, a veces tenía un poco el
humor negro y juegos eran duros de pasar.
–No
es una broma, Yunho. Estaba muy serio cuando me lo dijo– tragó grueso entonces,
en muchas ocasiones había tenido sexo con él. Decidió que al día siguiente de
llegar, iría al médico y de ser cierto, lo mataría por no decirle –Me dijo que
iba a donar sangre a su sobrino, pero al hacerle el examen para ver si podía
donar, descubrieron que estaba infectado– agregó Sungmin.
–¿Cuándo
te lo dijo?– Preguntó otro de los accionistas que los acompañaban.
–Hace
tres días–.
–¿Es
por eso que no vino?– Cuestionó Yunho otra vez.
–Sí–.
“¡Maldición!”, susurró Yunho. Apartó su
comida, pagó la cuenta y se fue a su habitación con la excusa de que debía
arreglar bien su equipaje para no perder nada, ya que partiría esa misma noche
de vuelta a Japón. Tan pronto llegó a Japón fue al hospital. Quería describir
si se había infectado y para su desgracia, resultó positivo.
Tras ese recuerdo, se mordió los labios. Si él se hubiese
contenido. Si hubiese resistido su deseo desenfrenado por tener sexo, las cosas
serían diferentes. Se hizo de nuevo la pregunta ¿Era acaso ninfómano? Pero no.
Luego de eso, de ese día él se dijo así mismo que no se acostaría más con
Changmin. No quería contagiarlo. ¿Qué sí quiso matar a Donghae? Sí. Pero cuando
ellos se acostaron, el otro no sabía que estaba contagiado. Y entonces a su
mente regresaron otra vez las palabras de Changmin.
–“¿Sabes Yunho? Todo lo que te está
pasando es por tu culpa. ¡Es tu castigo! Es el pago por todos tus sucios
pecados, por tu horrenda existencia. Te
estás muriendo lentamente, te estás consumiendo ¡Y no puedes evitarlo! Te estás
revolcando en la suciedad que tú mismo expulsaste, en esos restos de basura que
dejaste salir y no lo puedes detener, ¡ja! En tu alma solo queda
obscuridad, guiada por el vacío que la
maldad pudo dejar cuando se fue, al verte humillado en las profundidades del
dolor de la soledad, ése que sentiste cuando viste que nadie estaba a tu lado
por amor verdadero. ¿Pero qué crees? ¡ESO FUE LO QUE TÚ BUSCASTE! Fue de esas
personas falsas, de quiénes tú quisiste rodearte– La rudeza en la voz del menor
no tenía comparación.
– Tus padres se avergüenzan de ti.
Tu mujer te tiene lástima y es la única razón por la que no sea va con un
hombre de verdad, y tu hija, ella ni siquiera te conoce. Esa hermosa estrella,
ni si quiera sabe la escoria que tiene por padre… ¿Cómo crees que se sentirá al
saberlo? Terminarás viviendo una vida miserable en medio de tanta culpa, tanto
pecado y tanta inmundicia; morirás solo, sin nadie a tu lado que te diga que
todo estará bien. Eso es lo que mereces, tú alma no tendrá descanso una vez
mueras. Eso fue lo que te buscaste”–.
¿Qué demonios había hecho? Por todos los dioses Yunho
¿Qué demonios había hecho? No paraba de cuestionarse, qué demonios había hecho,
y tal vez no era esa la pregunta, porque sabía perfectamente qué había hecho, la pregunta era: ¿Por
qué? Y recordó también, como él mismo decidió “apiadarse” de Changmin cuando éste tenía quince años… Jamás en su
vida olvidó ese día, el día que él decidió ser más suave con él. Nunca dejó de
tener sexo con él después de ese día, pero evitó golpearlo por puro placer… ese
día, realmente sintió dolor, lástima y hasta remordimiento de conciencia, pero
tal era su maldad, que a pesar de eso, todavía lo lastimó cada día de su vida;
aunque no lo golpeara, cada mentira, cada mala palabra y discusión, lastimó e
hirió profundamente a Changmin.
–¿Qué aún no has
aprendido, idiota?– el pequeño cuerpo chocó contra la pared fría de la casa
donde vivía, resultado de otro golpe, acompañado de otro empujón número… ya
había perdido la cuenta, que Yunho le había propinado.
–Yunho… y-yo…– su
rostro giró con destemplanza cuando el mayor de ellos calló sus palabras con su
mano, cerró los ojos con fuerza y sangre brotó de su labio, pudo saborearlo,
amargo metálico sabor. Yunho estaba furioso otra vez y Changmin seguía siendo
humillado. Gimió de dolor con un nudo en su garganta.
–No te atrevas a
llorar porque lo lamentarás– advirtió iracundo, cuando notó el gesto del menor
por querer dejar salir sus lágrimas. Estaba cegado por la maldad y el enojo del
momento.
–Lo juro Yunho… lo
juro…– su voz se escuchaba tan quebrantada.
–¡Cállate!– lo tomó
del cabello, alejándolo del muro –Sabías perfectamente que nadie más podía
tenerte– el agredido sostuvo el brazo que estaba haciéndole daño.
–Y-yunho… p-por
favor… tan sólo escu-cuchame– pidió con un poco de dificultad gracias a la
presión que su agresor estaba ejerciendo en sus cabellos.
–Dime Changmin…
¿se la metiste a la zorra esa?–.
–¡NO!– negó
inmediatamente. Ni siquiera era su amigo, sólo la había aconsejado cuando la
vio llorar y ella le contó su problema, ella no hizo más que dejarle una carta
escrita por ella misma en la puerta de su casa, agradeciéndole por haberla
escuchado y aconsejado, además de haberle dejado lindos recuerdos, puesto a que
para ella, era muy lindo recordar como otra persona se había preocupado por
ella, pero eso Yunho no lo entendería jamás.
–¿No, qué;
Changmin?– agredió su estómago con su rodilla, provocando que chocara una vez
más con la pared, ésta no se la pasaría... ¿Pero le había pasado alguna?
Tomando en cuenta que casi nunca era por cosas que realmente el muchacho, de
ahora quince años, hacía. Más bien, eran malos entendidos, justo como ahora.
Agarrándolo esta vez del cuello, y elevándolo le dijo con bastante firmeza –Te
lo dije Changmin, ¡Te lo dije! Eres mío, ¡Eres mi pequeña ramera!–
Cada palabra que
salía de la boca de Yunho, cada insulto; cada patada, golpe y toda acción en
pro de lastimarlo, proveniente de las extremidades del monstruo, dolía. Dolía
cada día, cada segundo, cada instante de su vida en el que no era capaz de
escapar, dolía; se sentía débil. Estaba aterrado… Quería huir, quería ir en
busca de ayuda, de cobijo, de alguien que le abrazara y le hiciera sentir
protegido. Necesitaba los brazos protectores de su madre, como cuando era niño,
que jugando con su padre, éste lo perseguía y él corría en busca de su
progenitora.
–¡¡¡NO!!!– gritó
exasperado, se sentó en el piso cubriendo sus oídos con sus manos mientras
cerraba sus ojos fuertemente, gritando desgarradoramente, estaba desesperado.
Pegó sus piernas a su pecho, en posición fetal –N-no… no… no más… m-mamá…
¡Sálvame mamá!, ¡no!– lloraba audiblemente, sus gemidos eran altos, sus
lágrimas caían sin piedad; pataleaba, y él mismo golpeaba su espalda contra la
pared tras él –¡¡AHH!!– gritaba una y otra vez, negando con su cabeza.
La sola imagen
partía el alma, destrozaba corazones y Yunho estaba impresionado de verlo así.
Nunca antes lo había visto así. Tal vez eso, hizo que Yunho sintiera un poco de
remordimiento, estaba asustado de ver al chico así, que no detenía la crisis
que tenía.
–Changmin… calma–
¿ahora Yunho quería calma? Pero por muy raro que pareciera, quiso abrazarlo de
otra manera, que no fuera con lujuria de por medio, quiso protegerlo en ese
momento, su alma malévola se ablandó por un momento. Se acercó para cubrirlo
con sus brazos.
–¡NO!– se alejó
rápidamente apenas se sintió envuelto y pudo percibir el aroma característico
de Yunho, con sus ojos aún sellados. Ya alejado de él, en un instinto de
supervivencia, abrazó sus piernas y hundió su cabella entre sus rodillas,
temblando, no podía controlarse ya. Su llanto estaba taladrando el cerebro de
la bestia –Q-quiero a-a mi ma-mamá…, mamá, sálvame… sálvame por f-favor–
susurraba entre llanto, con miedo, con terror. Era como si le arrancaran la
piel a carne viva. Se sentía al borde del colapso. Su pecho se movía a un
compás descomunal, asimétrico, se ahoga tratando de respirar.
–Changmin…– quiso
acercarse una vez más, pero el muchacho lo rechazó apartando sus manos con las
propias, con sus ojos abiertos conectados con los del malvado hombre, llenos de
lágrimas que no dejaban de caer.
–N-no, ya no más,
por favor– suplicó. Pegándose una vez más a la pared. Quizá si Yunho jamás
hubiese visto esa faceta de Changmin, jamás habría sido un poco más suave con
él.
–¡Cálmate!– esta
vez lo tomó por la fuerza, para abrazarlo, de verdad le dolía verlo así, aunque
fuese algo difícil de creer, puesto a que él realmente se sentiría extasiado de
verlo sufrir, pero esta vez todo era diferente. Changmin se aterrorizó una vez
más cuando sintió que él lo estaba abrazado con fuerza, comenzó a moverse de un
lado a otro –¡Changmin, cálmate!– le pedía, pero el quinceañero solo quería
zafarse del agarre del otro. –¡¡Ya no te haré daño!! ¡Sólo cálmate! – Mientras
seguía moviéndose con hostilidad, lo cargó y como pudo lo llevó hasta el baño,
tuvo que usar toda su fuerza para que dejara de moverse con tanta hosquedad, se
metió a la ducha con él, abriendo la regadera. Fue lo único que se le ocurrió
hacer para calmarlo de una vez por todas –Ya…, ya…, todo está bien– ¿Cómo
podría estar bien, si era él quien lo dañaba todo el tiempo? Changmin poco a
poco dejó de forcejar y se aferró a él, sollozando repetidas veces. No tenía
nada más y necesitaba sentirse protegido, en medio de su desesperación sólo
logró confundir el calor que Yunho estaba dándole con el de su madre. Quien se
sentó en el piso subiendo una parte del cuerpo del niño al suyo propio,
comenzando a mecerse para darle más tranquilidad bajo el agua fría –Calma, todo
está bien– le acarició la cabeza una vez estaba calmado, él tenía sus brazos
alrededor del cuello del más alto, con su cara en la curvatura del cuello, aun
gimiendo sin control, casi en silencio, pidiendo una y otra, y otra vez que su
mami estuviera con él.
–Quiero a mi mamá…
m-mamá, por favor… ven… s-sálvame–.
–Shh… shh– seguía
acariciándole la cabeza, las lágrimas de Changmin se confundían con el agua.
Esa noche Yunho lo
vistió, le curó los golpes, cocinó caldo de sopa para el adolescente y por
primera vez en ocho años, pasaron la noche juntos con el mayor diciéndole que
todo estaría bien, que se había acabado, siendo cariñoso con él. Esa misma noche no concilió sueño,
sintiéndose abrumado por el estado en el que Changmin nunca antes se había
mostrado. Esa noche comprobó que él quería al niño, sí sentía ese sentimiento
carnal por acostarse con él y hacerlo solo suyo, pero comprobó que realmente
podría preocuparse por él, podría quererlo y en vez de dañarlo: amarlo y
cuidarlo, protegiéndolo. ¿Por qué? ¿Por qué era tan celoso? ¿Por qué deseaba de
manera tan frívola y desenfrenadamente a un chico cómo él? Que no tenía la
culpa de que sus padres nunca se fijaran en él, más que para hacerle ser
‘perfecto’, sin cuidar de los aspectos más importantes como el amor. Changmin
no tenía culpa de eso, ¿por qué descargaba su frustración en ese pequeño
convirtiéndose en deseo sexual?, si podía llegar a quererlo y preocuparse mucho
por él, lo había demostrado hace unos minutos.
Durante toda la
noche, Changmin se despertaba alterado y agitado de tanto en tanto y Yunho lo
calmaba, haciéndole volver a dormir poco a poco, no paraba de observarlo
mientras dormía. La última vez que se despertó y él lo ayudó a calmarse, pudo
oír un inocente y casi inaudible “gracia” por parte del menor y eso lo hizo
sentirse tan miserable como nunca en su vida se llegaría a sentir.
Yunho apretó sus puños, él tenía toda la razón. Había sido
todo una escoria, estaba consciente de que no merecía piedad, ni redención, no
merecía nada más que un infierno. ¿Changmin había sido realmente feliz? La
pregunta era ¿Fue Yunho realmente feliz haciéndole eso solo por sentirse
fuerte? Ni él mismo lo sabía ahora y no valía la pena encontrar una respuesta,
porque era demasiado tarde y no podía evitarlo. Y es ahora, en ese punto de
desgracia cuando recordaba la parte más dura de las palabras del más afectado
en toda su historia.
–“¡TE ARREPENTIRÁS TODO LO QUE TE
RESTA DE VIDA!”– fueron otras de las palabras llenas de odio y repudio
que Changmin le dijera en el hospital –“No podrás borrar tus sucios pecados,
JAMÁS”– el menor se rio con crueldad en su cara –“Ni muriéndote podrás tener
descanso”–.
Yunho se levantó del sofá, y continuó con lo que hacía
antes. Muchos otros sonidos seguidos de cosas estallándose, otras sillas, otras
mesas elegantes, objetos que costaban una fortuna. –“¿Qué creíste, que siempre te saldrías con la tuya?, ¿Qué eras
invencible?, ¿uh?”– recordó su rostro decorado con una sonrisa odiosa y
cínica
–Dime
Yunho ¿Qué se siente ser el sufrido?– vio como una lágrima caía del ojo de
Changmin –¿Qué se siente ser el indefenso? ¡El herido!– alzó la voz, su pequeño
que antes no valoró e hirió desquiciadamente –¡DIME, MALDITO, DIME QUÉ SE
SIENTE ESTAR AHÍ MURIENDO SIN PODER SER REDIMIDO! ¡¿Uh?!– rio, su risa
sarcásticamente adolorida taladró el cerebro y el pecho del sidoso –¿Creíste
que el karma no existía? ¿Qué la vida era tan bella y fácil cómo creías?– hizo
una pausa –¡JA! Y el ingenuo era yo. Qué ironía, ¿no?– la boca de Changmin, no
era más que la única salida que conectaba con su alma y todo el dolor y resentimiento
guardado, que años antes había sido compactado para no salir, pero ahora ya no
podía más… ahora era el tiempo de dejar salir todo lo que sentía, posiblemente
sería la última vez –Ahora mírate, ¿te lo había dicho ya? ¡ESTÁS MURIENDO SOLO!
Y no, no tienes un pecado, TÚ, todo tú, eres el pecado. Sintiendo la amargura
de la calamidad y de un tumulto de sentimientos que no tienen un ‘stop’, para
tener piedad de ti, ni se detendrán, porque tú, bestia, no tuviste piedad de
mi– Changmin esperó mucho por decir todo lo que estaba diciendo y lo que estaba
a punto de decir ahora, ¿qué si hacer esto le hacía feliz? No, para nada. En
parte odiaba rebajarse al nivel tan bajo de Yunho al “vengarse” y “al hacerle
daño con sus palabras”, pero necesitaba dejarlo salir, necesitaba hacerlo. Su
alma lo necesitaba, él lo necesitaba. –Así como me ordenaste abrir mis ojos
cuando me violabas, yo te digo ¿Ya abriste tus ojos a tu realidad? ¡A la
realidad de que de verdad no eres nada para nadie! ¡¿Lo hiciste, los abriste?!,
El dinero ahora no te puede ayudar, ¡ja!, ¿Y qué crees? ¡NO TE VA A SALVAR!–
Yunho no decía nada, sabía, lo sabía, todo era verdad, su karma era ser
martirizado por todo ese dolor de culpa, noches sin dormir, llorar por su
error; fatal error, estaba condenado y lo sabía –¡¡Morirás siendo una mentira,
un falso que todos ven en ti lo que no eres!! Te engañas, sabiendo lo asqueroso
que eres– hizo otra pausa, estaba a punto de dar las estocadas finales para
dejarlo –¿Ves? Tanto maltrato para conmigo solo te sirvió para morir solo, como
un lamentable perro callejero, como esa cucaracha que todos quieren apartar una
vez ha sido pisada– rio una vez más –Ahora morirás con tu orgullo despedazado,
sabiendo que me amaste más a que a tu propia hija, a tus padres y más que a tu
mujer, porque tu pecado carnal solo te llevó a condenarte a ti mismo, ahora
clamas por el perdón; sin poder resistir la necesidad de sentirte amado por mí,
siendo atacado por la realidad de que yo te odio Yunho, te repudio y tú, eso no
puedes evitarlo, eso es lo que más te duele. Saber que me amas, que quisieras
regresar el tiempo atrás y no puedes, no puedes porque así acaba todo cuando
eres tú, quien acaba con la vida de quien ibas a amar más allá de un
sentimiento vivamente libidinoso. Morirás con la amargura de no ser amado por
mí, en especial, porque eso rompe tu orgullo. Sarnoso orgullo. – Changmin se
fue, dejándolo solo. Los ojos de Yunho dejaron escapar esas lágrimas que estuvo
resistiendo de frustración, y repitiéndolo, culpabilidad.
Yunho lo sintió, lo sentía y lo sentiría, se lamentaba y
se lamentaría por siempre, su alma no tendría descanso jamás. Sentía todo el
daño que les provocó y el saber que era verdad. Que era una escoria. Tomó un
papel, un bolígrafo y escribió. Pero lo que más dolió es que ahora era
demasiado tarde.
El estallido de un vidrio grande al reventarse y un grito
desgarrador lleno de desgracia, miseria, dolor y mucho, mucho arrepentimiento
se escuchó, fue lo último que hizo esa noche, luego, el silencio se apoderó del
departamento, ahora hecho trizas y escombros, de lo que un día fue la creación
de uno de los decoradores más importantes de todo Japón.
Changmin
estaba corriendo alrededor de una plaza para ejercitarse, no muy lejos de su
casa actual, era una mañana calurosa pero muy apetitosa y relajante para poner
en función su cuerpo y mejorar la circulación del mismo, para darle aire puro y
para mantenerse saludable, procuraba estar en forma y más que eso, para
invertir de manera productivamente vigorosa su tiempo libre. Desde que había
regresado a Sur Corea había empezado a estudiar publicidad y relaciones
públicas, y cuando la universidad le dejaba tiempo para sí mismo, además de
estar con Jaejoong, su amado conyugue que muy gustoso había aceptado venir a
vivir con él en su país natal; buscaba drenar las malas energías y retomar
nuevas completamente puras.
Generalmente,
tan sólo trotaba y corría una hora y luego hacía treinta saltadillas y la misma
cantidad de abdominales. Tenía sus audífonos bien colocados en sus oídos, escuchando
música instrumental celta, para conectar su alma con el ambiente y la
tranquilidad, trataba de hacer equilibrio al momento de conectar sus sentidos y
emociones.
Elegía
ir a la plaza porque podía observar el movimiento y así participaba en el
medio, trataba de enlazar su ‘yo’
interior de una manera indirecta con cada uno que observaba. Era normal
encontrar a la anciana con sus nietos en la banca, mientras ellos jugaban con
la pelota. También al vendedor de helados, a las parejas de novios tomados de la
mano con sonrisas tímidas y dulces. Una que otra vez, algún rostro triste, pero
todo marchaba como debía. Con sensaciones agradables y un poco penosas, pero
todas ayudaban a madurar espiritualmente al moreno. Había conseguido una forma
de vivir en paz.
Cuando
hacía ejercicio usualmente mantenía su teléfono apagado, a excepción de las
veces que Jaejoong tenía guardia en el hospital psiquiátrico, en el cual había
empezado a trabajar desde que llegaron juntos a Corea cinco meses atrás y
faltaban al menos dos horas y media que para Kim librara y se comunicara con
él.
Él
mantenía su trote a un paso necesario y cómodo, pero no notó que en una carrera
agitada a unos escasos metros venía un muchacho con algunos libros. Dicho
personaje iba apresurado y distraído por lo que no figuró que en su misma vía
se toparía con ése extraño que al finalizar la curva quedaría justo frente a él
para chocar cuerpos sin siquiera tener un previo aviso.
–¡Ah!– fue el quejido que dejó escapar el muchacho de lentes,
que aparentaba unos veintiséis o veintisiete años de edad.
–¡Ouch!– Changmin también se quejó, pero se levantó pronto
para disculparse –lo siento mucho, no te vi– se levantó ayudándole a recoger
las cosas.
–Oh, no te preocupes, yo venía apresurado y distraído y… ¡oh
por Dios, llegaré tarde!– comenzó a tomar con rapidez sus pertenecías, le urgía
ir al lugar al cual se dirigía.
Changmin lo ayudó hasta la medida que pudo, su teléfono
comenzó a sonar y lo tomó rápidamente creyendo que era su ahora castaño cenizo,
esposo ilegal preferido.
–Oh… ¿Qué sucede, Zoey?– era la ex-esposa de Yunho.
–Estoy en Seúl,
vine para hablar contigo– confesó.
–Dime…–
–¿Podríamos vernos
en persona?–
–Supongo… ¿Con la finalidad de…?–
–Hablar acerca de
la carta que Yunho dejo antes de morir–.
–¿Otra vez con eso, Zoey?– preguntó con fastidio.
–Creemos que es
necesario que la leas… porque…–
Changmin la cortó.
–Bien, veámonos en una hora y media, en la plaza que está a
cinco cuadras de mi casa– ofreció. Pensó en ir y bañarse para estar
presentable.
–Bien– finalizó la
llamada. Cuando el moreno lo notó, el chico con quien había chocado ya estaba
en la otra calle corriendo de la misma forma en la que había llegado corriendo.
Changmin notó que se quedó con una pequeña libreta, quiso devolverla pero ya no
había rastro de él, la ojeó y por alguna razón decidió conservarla, quizás lo
hacía por lo repentino de todo y por lo muy curioso que le resultaba el
muchacho de supuesta edad nombrada antes; así, era divertido. Su hermano podría
tener la edad de ese chico, si tan solo pudiera…
Zoey era una hermosa mujer, sí que lo era. Era elegante,
delicada, esbelta, dulce y una gran madre. Incomparable en realidad. Tenía
cualidades encantadoras y una sonrisa hermosa, pero también poseía la odiosa,
según Changmin, capacidad de ser lo suficientemente insistente al punto de
rebasar los límites y pasar a un punto donde con frecuencia es tildada de
“fastidiosa”.
Luego de encontrarse en la plaza y de un incómodo saludo,
entraron a una pequeña tienda de postres que estaba en la otra calle, se
sentaron en una mesa y él como hombre educado pidió un postre para ella y para
él, sólo agua.
–¿Y bien?– tomó un sorbo de agua. Ella lucía nerviosa.
–Aquí está– la sacó de su cartera para posarla sobre la mesa,
e instantes luego la empujó con sutileza hasta el otro lado de la mesa, para
que el moreno tuviera un mejor alcance de ésta.
–Gracias– dijo secamente. Changmin la tomó y la guardó en su
bolsillo. Permanecieron en silencio por algunos segundos, él observaba a través
del vidrio de la ventana mientras veía a la gente ir y venir, dentro de poco
tendría que ir por Jaejoong.
–Antes de morir… nos confesó la verdad…– comenzó ella, el más
alto se tensó un poco, tratando de pensar “a qué verdad se refería”; ¿no sería aquella
verdad, o sí? –sobre ti y él… sobre todo lo que te hizo, nos lo confesó
justo antes de que llegaras a la habitación aquél día– entonces sí era aquella verdad. La voz femenina sonaba
entrecortada, tenía ganas de llorar –jamás imaginé que fuera esa clase de
hombre– tapó su boca con su mano bastante blanca –Yo acepté que era un
desgraciado porque fue capaz de engañarme y contraer una enfermedad como esa,
pero jamás imaginé que fuera una persona tan enferma…– una lágrima decoró su
mejilla –y que esa clase de hombre, sea el progenitor de mi hermosa hija, santo
cielos… yo…–
–Zoey, está bien ¿sí?– trató de calmar Changmin –lo hecho,
hecho está y él ya murió, como para pagar una pena dentro de la cárcel– la miró
cara a cara. A ser honestos, a Changmin le sorprendió decir eso, se sintió más
fuerte de lo que realmente podría creerlo. Muchas veces pensaba en eso y ¿por
qué negarlo? Le dolía y se sentía impotente, pero lo hecho, hecho está y él ya
murió.
–Nos pidió que no dijéramos nada, no porque él podría ser
arrestado… sino por ti, él nos dijo que lo que menos querrías es que todo el
mundo se enterara de todo– comentó. Y era cierto, lo que menos quería Changmin
era que todo el mundo supiera de su pasado, cuando hasta de Jaejoong lo había
ocultado, él no sabía que fue Yunho quien arremetió cruelmente contra él.
–Comprendo– dijo sin más. Su teléfono comenzó a sonar de
nuevo y entonces tomó la llamada, notando que era Jaejoong quien le avisaba que
en unos treinta minutos estaría fuera
–Bien Zoey, debo irme– avisó levantándose para irse, ella lo imitó y lo
tomó de la mano, él volteó para verla.
–Por favor, léela… sobre la carta había un papel que decía:
“Changmin, debes saberlo”– aseguró, aunque ni ella, ni la madre de Yunho la
habían leído.
–Okey, adiós– y salió de la tienda luego de pagar lo consumido.
Subió a su auto para ir camino a buscar a su Jaejoongie, observó el sobre con
curiosidad, no pensaba leerla, el muy desgraciado había sido tan perfecto en su
papel de malvado que hasta antes de suicidarse dejó su carta en un sobre en
perfecto estado, despreciable. La guardó en el bolsillo de su jean para que
Jaejoong no la viera, no es que no tuviera confianza para decirle, es sólo que
aún no estaba listo.
Cuando Changmin hubo llegado al hospital psiquiátrico le
avisó al otro. Esperó un rato hasta que éste por fin estuvo allí.
–¡Buenos días!– saludó el psicólogo subiendo al auto y
besándolo en la boca–.
–Buenos días, mi amor– dijo con una sonrisa hermosa llena de
cariño interminable. Jaejoong lo miró con dulzura, tomando la mano derecha del
moreno –¿Ya desayunaste?– preguntó, siempre se preocupaba por él.
–Bueno, comí un pan, pero no tomé un desayuno como debería–
encendió la radio. –¿y tú?– le preguntó, dándole otro beso en los labios.
–Tampoco comí mucho, ¿quieres que vayamos a alguna parte a
desayunar?– ofreció encendiendo el auto. El rubio asintió. Fueron a un pequeño
restaurante que ofrecía comida deliciosa y apetitiva. Ambos eran humildes, más
de lo que cualquiera podría imaginar.
–¿Cómo te fue hoy entrenando?– preguntó empezando a comer.
–Muy bien, choqué con un muchacho que tendría como veintiséis
o veintisiete años, y ambos caímos al suelo, estaba muy apresurado así que se
fue rápido– decidió omitir el hecho de su cuñada y la carta.
–Jajaja, pero que tontos los dos– se rió, y Changmin amó como
a nada esa risa tan suya, tan melodiosa para sus oídos. Como amaba a ese hombre
frente a él. Sus días junto a él eran como tener al sol junto a él, que le daba
luz y calidez, invitándolo a vivir día a día. –Hoy tienes clases por la tarde,
¿no?–
–Sí– respondió con una sonrisa.
Con el llegar de la noche, luego de haber ido a la
universidad y retornar a su hogar, se sentó en el sofá a ver un poco de
televisión mientras el amor de su vida dormía y recordó la carta, ¿debería
leerla o no?, aún la tenía en el bolsillo, la sacó observándola, le daba vuelta
y la miraba… quizá debería leerla, o tal vez no…
–Amor, ya llegaste– escuchó la voz somnolienta del otro tras
sí y sus pasos pesados, rápidamente la guardó de nuevo y no pasó mucho tiempo
cuando sintió al pálido tras de sí y sus
brazos en su cuello –Hmm, te extrañé– dijo en un tono meloso, y le besó la
cabeza –¿por qué no me despertaste? ¿No has cenado aún?– siempre tan cuidadoso
de su moreno, se preocupaba de cada aspecto de su bienestar. Changmin acarició
su brazo.
El rubio se apartó para darle la vuelta al sofá y sentarse en
el mismo, en el transcurso el moreno mantenía su mano prendada de la del otro,
lo invitó a sentarse en sus piernas y lo abrazo por la cintura, dejando
descansar su cabeza en la curvatura del cuello pálido de su castaño cenizo.
–No he comido y no quise despertarte porque te veías tan
hermoso durmiendo– dijo, dando un besito tierno y dulce en su espalda. El mayor
volteó para verlo, y pegó su frente con la contraria.
–Tonto– sonrió. Changmin lo besó y obtuvo la respuesta que
nunca se negaría, se besaron con la pasión más dulce que jamás pudieras conocer
en la vida y en un movimiento rápido el menor lo empujó para que quedara
acostado en el sofá, poniéndose sobre él con una mirada seductora –No esperarás
que lo hagamos aquí, ¿o sí?– preguntó con diversión quien estaba debajo.
–Si me lo permites, su alteza, no tengo objeción alguna con
el sofá– aseguró en todo bromista el moreno.
–Pero yo sí, la última vez me dejó un terrible dolor de
espalda– se negó, con pucheros adorables bien formados en su rostro, recordando
el terrible dolor que sí le había dejado aquella vez.
–Entonces, su alteza, le invito a pasar a la alcoba real– se
levantó e hizo una reverencia y le extendió la mano para su alteza la tomara y se dirigieran con elegancia, pero en lugar de
eso, Jaejoong con diversión infantil le golpeó el hombro y le gritó:
–¡El último en llegar es un huevo podrido!– y desprendió la
carrera, Changmin corrió tras él tropezando con algunas cosas.
–No se vale, me tomaste desprevenido– se quejó.
–No es mi culpa, jajajajaa– Jaejoong llegó primero y se lanzó
a la cama. El último en llegar se quedó en la puerta observando como el hombre
a su lado se reía de él a carcajadas, era tan infantil a veces, que lo cautivaba
siempre –¡Eres un huevo podrido!– sin pudor alguno dejaba escapar sus risotadas
en la cara del otro, el más alto se lanzó sobre él a hacerles cosquillas y
empezó una lucha de quién era más fuerte que quien y al final, terminaron
teniendo una noche de intimidad tan hermosa como siempre, llena de amor,
caricias, pasión y cariño; ambos disfrutaban de su relación y fue Jaejoong el
encargado de hacerle saber que se siente cuando dicen: “Se siente bien cuando lo haces”.
Fue Jaejoong quien le enseñó que sí existe la posibilidad de
sentirte bien cuando tienes intimidad con tu pareja, no solo hablando de las
sensaciones que te produce aquél placer por el éxtasis que el acto del coito te
genera por ser parte de la naturaleza del hombre; sino que el sentirte amado,
apoyado, junto a quien te hace querer experimentar tantos momentos de alegría y
unidad, proviene de la humanidad del ser, junto a lo que también por naturaleza
debe ocurrir, el amor entre dos seres, amor incondicional, amor pasional y fue
él quien se lo enseñó, que no siempre se está tan solo.
Prontamente el mayor se quedó dormido una vez ambos tomaron
una ducha, Changmin llevó la ropa al cesto de ropa sucia, y sacó de su saco la
carta, la leería.
Changmin entró en pánico y angustia, su cabeza comenzaba a
darle vueltas y no sabía exactamente que sentir. La frustración estaba
inundando su ser de una manera exorbitante. Sintió que todo a su alrededor de
daba vueltas, sentía un mareo y unas nauseas extrañas de descifrar. No supo qué
hacer, su estado de crisis lo llevó a realizar acciones que realmente no
tendrían ningún resultado, pero lo hizo, tomó una camiseta y se la puso; las
llaves de su auto y manejó, manejó como loco desesperado, nada tendría
resultado, nada, pero era lo menos que su cerebro le decía que realizara, era
dueño de sus movimientos porque su cerebro comandaba a su cuerpo, no porque su
mente tenía en claro lo que su dueño estaba realizando.
Changmin no podía creer lo que había leído, ¿Cómo, cómo era
posible?
¿Por qué?, por qué Yunho había sido tan malvado, ¿Por qué?... Él realmente no tenía corazón y quizás nunca lo tuvo. La vida dolía, dolía saberlo, dolía pensarlo, no estaba seguro qué sentir. Su pecho comenzó a sentirse presionado, tenía la jodida hoja en sus manos apretándola con tanta furia, quería golpear a algo o a alguien, quería arremeter contra lo primero que encontrara, sentía impotencia, sus ojos se llenaron de lágrimas, ¿Por qué tuvo que llegar hasta ese extremo? ¡Yunho había sido un hombre bárbaro y temerario!, se encargó de cagarle la existencia.
¿Por qué?, por qué Yunho había sido tan malvado, ¿Por qué?... Él realmente no tenía corazón y quizás nunca lo tuvo. La vida dolía, dolía saberlo, dolía pensarlo, no estaba seguro qué sentir. Su pecho comenzó a sentirse presionado, tenía la jodida hoja en sus manos apretándola con tanta furia, quería golpear a algo o a alguien, quería arremeter contra lo primero que encontrara, sentía impotencia, sus ojos se llenaron de lágrimas, ¿Por qué tuvo que llegar hasta ese extremo? ¡Yunho había sido un hombre bárbaro y temerario!, se encargó de cagarle la existencia.
Sintió el frío de la noche allí en las calles de la ciudad,
sentía su corazón quebrarse, desgarrarse de nuevo, su mundo volvía a venirse
abajo. No sabía si alegrarse por saberlo u odiar más al desgraciado difunto,
quien citaba en la carta que le pedía ser feliz, ¿Cómo creía él que a estas
alturas del partido Chamgin iba a ser del todo feliz? ¡¿Cómo demonios?! Después
de saber que había desperdiciado trece años de su vida, ¡Nueve malditos años!
Changmin debió ir de Japón a Corea a buscar a su hermano, verificar que
realmente hubiese muerto, verlo por él mismo.
Changmin arrojó la carta con enojo y furia, se lanzó al frío pavimento de rodillas y sostuvo su torso con sus puños, golpeándolo con rabia, con odio. No tenía fuerzas de pensar siquiera, se sentía perdido y desorientado. Ése maldito Yunho, debía estar en el infierno. Changmin quiso molerlo a golpes, pero el muy cobarde y miserable se había suicidado lanzándose del ventanal de su penthouse. Miró su reloj, y allí estaba frente a la biblioteca, ¿qué más demonios haría ahora? No sabía nada más, no tenía más pistas, sólo eso. ¡Solo eso!
Changmin trató de calmarse para pensar con serenidad, quizá
la vida estaba tratando de ser piadosa con él, dándole una segunda oportunidad…
¿tendría oportunidad ahora?
Incluso calmado lo único que podía hacer era llorar, llorar y
nada más…
“Jamás imaginé que estaría en esta situación.
Tienes razón, moriré solo y arrepintiéndome por toda la desgracia que traje a
tu vida, Changmin. Ódiame por siempre si eso te trae paz, detéstame si eso
libera el dolor del daño que te hice, a ti y a Minho, al separarlos de esa
manera. No entiendo en qué momento de mi maldita vida me convertí en el
monstruo que fui contigo, no lo sé, pero a estas alturas no importa; la bestia
está herida al borde de la muerte. Quizá fui corrompido por el dinero y la
lujuria, no hay otra verdad. Me dejé llevar por el éxtasis del poder y de lo
carnal que se sentía, porque sí ¿para qué mentir? ¡Me sentía como un verdadero
amo en la cima de todo! Sólo por ti. Fui un maldito aberrado sexual contigo, te
violé y arranqué tus alas, te impedí volar como todo niño debe hacerlo e
incluso ahora, ¿qué despreciable soy, no?
Cuando en aquél
banco me pediste dinero y te ignoré, estaba apresurado, pero luego te escuché
hablarle a tu hermano, me sentí cautivado; pensé: “Tan pequeño y tan decidido”.
No entiendo aún porqué te traje conmigo, no lo sé. Pero yo era joven y no tenía
ni hermanos, ni hijos; siempre quise que mis padres me dieran un hermano y
nunca lo hicieron. No es excusa para lo que te hice, lo sé, pero quizás fue por
eso que te llevé conmigo, también necesitaba un incentivo en mi vida. Además de
que tenía el dinero para costear con tus gastos ¿qué me lo impedía? Nada… pero
comencé a verte de otra forma, oh si… muchas veces me masturbé pensando en ti,
evitando ponerte un dedo encima, pero todo se me fue de las manos y no lo
soporté, estuve a mi límite y que amaras
de esa manera tan jodida a tu hermano me emputaba los huevos, sí que lo odiaba.
Y aun haciendo todo lo que hice, sólo logré tu rencor y repudio, lo merezco.
Incluso yo hoy, me tengo asco.
No es una carta de
perdón, estoy arrepentido y muriendo solo, odiándome y dándome repugnancia,
pero no pediré perdón, de nada sirve y el infierno es el paradero que me
espera.
Sí, tienes razón,
moriré; lo haré, pero te doy eso a tu conciencia, que sepas el calvario en el
cuál me encuentro, es lo menos que puedo hacer; búrlate, ríete y sé feliz.
Podrías tener la oportunidad de ver mi cuerpo sin vida porque no pretendo dejar
que este maldito sida acabe conmigo, prefiero hacerlo yo mismo. Pero además de
eso, hay algo más que puedo y debo hacer por ti. Vivirás en un mundo sin mí,
ahora serás libre, totalmente libre; no estás más obligado a llevar mi
apellido, vuelve a ser Shim, en mi departamento dentro de mi oficina hay un
archivero con documentos importantes, allí están los papeles oficiales de tu
acta de nacimiento y los falsos, en el escritorio hay una caja y dentro de ésta
una llave, con la cual podrás abrir el archivero; ve y habla con Heechul, él te
dirá qué hacer.
Por otro lado,
Changmin… Minho… él realmente no murió cuando te lo dije. Te mentí, ahora no sé
si lo está, los malditos celos me llevaron a mentirte así. Es posible que sí,
como es posible que no. Ese día que hablé con Jonghyun no me lo afirmó. Estuvo
gravemente enfermo, pero él no me afirmó si ahora estaba bien o si no. La única
forma de que lo averigües es que regreses a Seúl, Corea, ellos todavía viven
allá, es todo lo que sé.
Por último
Changmin, Shim Changmin no olvides que el fin es un inicio, siempre que termina
un capítulo de una novela, comienza el otro; y siempre que una novela termina,
inicia otra. Éste es mi fin, Shim Changmin, ahora debes tú vivir sin las
cadenas que te atan a mí y debes ser feliz”.
FIN
*~*Nota de Autora*~*
Hooolaaaa... llevo más de un año desde que subí un cap de algo.
La verdad no sé qué hago xD Posiblemente no abra este blog hasta diciembre del año que entra.
Ehmm... he estado deprimida y he odiado mi vida, he tenido un montón de conflictos mentales y he sobrevivido porque bueno... ¿la vida es así?
La verdad es que subo es capítulo no porque tenga ganas de escribir mucho... la verdad sí, pero mi ánimo no me ayuda mucho que se diga... pero lo subo porque quiero creer que hay gente esperando por saber qué había pasado con Changmin, Jaejoong y Yunho(?) Bue... Aquí les dejo este último cap.
¿Esta historia tendrá continuación? Sí.
¿La he empezado a escribir? No.
Hooolaaaa... llevo más de un año desde que subí un cap de algo.
La verdad no sé qué hago xD Posiblemente no abra este blog hasta diciembre del año que entra.
Ehmm... he estado deprimida y he odiado mi vida, he tenido un montón de conflictos mentales y he sobrevivido porque bueno... ¿la vida es así?
La verdad es que subo es capítulo no porque tenga ganas de escribir mucho... la verdad sí, pero mi ánimo no me ayuda mucho que se diga... pero lo subo porque quiero creer que hay gente esperando por saber qué había pasado con Changmin, Jaejoong y Yunho(?) Bue... Aquí les dejo este último cap.
¿Esta historia tendrá continuación? Sí.
¿La he empezado a escribir? No.
¿Cuándo va a pasar eso? No sé.
¿Ocurrirá con seguridad? Sí.
Esperaré leer comentarios el diciembre que viene.
Por favor, todos tengan un año que entra hermoso. Tengan salud y mucha felicidad.
<3
¿Ocurrirá con seguridad? Sí.
Esperaré leer comentarios el diciembre que viene.
Por favor, todos tengan un año que entra hermoso. Tengan salud y mucha felicidad.
<3